Sunday, October 24, 2010

Lluvia en el Alma

A veces pienso que la lluvia es como lagrimas que caen del cielo. Eso debe ser porque quizas, muchas veces mi alma se siente triste y llora por dentro.

Pero ¿Cómo consolar la pena del alma?

Siempre escuché que llorar es la mejor terapia para la tristeza, la pena, la pérdida, el desconsuelo, el desamor y otros sentimientos que nos parten el corazón.

Entonces, el primer paso para consolar el alma sería, preguntarle por qué está triste. Es como hacer un pequeño balance mental y volver a caminar por los pasos que ya se dieron. ¿En qué momento me puse triste?, ¿qué pasó?, ¿por qué pasó? y contestar una a una cada pregunta, sinceramente y con objetividad.

Hoy me siento triste, siento que mi alma llora, ¿por qué?

Hoy me levanté como de costumbre, sin novedades, sin contratiempos ni nada por el estilo. Ayer fui a dormir sin problemas ni argumentos que pudieran entorpecer mi sueño. Sigo retrocediendo en el tiempo... por la tarde todo estuvo de maravillas, disfruté de un momento familiar agradable. Por la mañana, me levanté sin novedades...
Sigo retrocediendo...
Estoy recordando mi vida familiar, antes de salir de mi país de orígen. Estamos todos reunidos, primos, tíos, abuelos, sobrinos, amigos; todos estamos allí, en el patio de la casa, riendo, escuchando música, bailando, haciendo bromas, a lo lejos se siente el olor a la comida de la abuelita y por ratos escucho la risa del abuelo. ¡Qué nostalgia!
¡Ahora entiendo!
Es fin de semana, estoy en casa, es un día muy frío, todo es silencio, es un día como cualquier otro y mi alma extraña esos fines de semana bullosos, alegres, en familia y camaradería. Eso es lo que mi alma ansía. El gusto de la comida de mi tierra, la sazón, el plato especial del domingo en la casa de la abuela; eso, eso es por lo que mi alma llora.

Ahora que ya sé por qué llora mi alma, paso a consolarla.
Primero pongo música, muy alegre, para disipar el silencio del lugar en donde me encuentro. Preparo el potaje más simple de mi tierra, a la vez que recuerdo el rostro de mi abuelita. Tomo el teléfono y llamo a la familia que está lejos y que tanto extraño. Converso lo más que puedo y pregunto por todos. Todos están bien, qué alegría. Los chicos están grandes y los grandes con más experiencia. Al final y después de muchos chismes y risas, hablo con mi abuela. Ella está sordita, no escucha ni una palabra que le digo, pero su voz resquebrajada por el tiempo, me dice que le alegra que esté bien, me da consejos y me hace prometerle que me voy a portar bien. Luego se despide con un "Te quiero mucho" y me pide que la vuelva a llamar pronto.
Al terminar mi llamada, voy hacia mi selección de videos. Tomo el video familiar y el eco que tenía en mi mente, se hace voz, escuchando las risas, mirando las caras de alegría y disfrutando de la familia a larga distancia.
Al terminar me miro al espejo y le pregunto a mi alma: "¿te sientes mejor?" y ella me contesta: "Sí, muchas gracias". Y la tristeza, fue rumbo a un rincón.
Cuando sientas que tu alma llora, escúchala y ayúdala. Haciéndole preguntas simples llegarás al punto de la congoja. Camina poco a poco sobre aquello que ha desatado tu pena y trata de curarla con los medios que tengas al alcance.
En estos tiempos modernos, la tecnología juega un papel muy importante en la sociedad. Las comunicaciones son más rápidas y fluídas, podemos llegar rápidamente a cualquier destino, se puede disfrutar del arte en todo momento y podemos encontrar respuestas más rápidas que hace un tiempo atrás. Hagamos uso de esta tecnología para ayudarnos.
Siempre, al final del tunel, hay una luz que brilla para nosotros.

Friday, March 12, 2010

El niño y yo

Ayer pasé por la calle en donde viví de niña, recordé los buenos y los malos momentos y todas aquellas cosas que ocurrieron en esa calle.

De pronto cerré mis ojos y vi en lo más profundo de mi ser. De repente, apareció un niño. Estaba sentadito en una esquina, con las manitos se tapaba la carita sucia, su ropa estaba muy vieja y media rota, sus zapatos, muy sucios y casi abiertos de rotos.

Le tendí mi mano, pero no la quiso tomar. Tenía miedo, hambre, sed y mucha pena en sus ojitos.

- ¿Pero qué te pasa?, le pregunté.
- Estoy perdido, no sé que será de mí, me contestó.

Y prosiguió:

"Estuve caminando por la calle, me entretuve con algunos niños, y cuando quise regresar, me encontré perdido. Los otros niños, de un momento a otro, cambiaron. Se volvieron malos y se burlaban de mí. Me golpearon, me empujaron, pisaron mis manos, me rompieron la ropa, jalaron mis cabellos, me escupieron en la cara, me llenaron de bofetadas, me patearon y me insultaron. Yo no sé por qué. Yo soy bueno, fui leal y honesto al jugar con ellos, traté de complacerlos en todo para que estuvieran felices conmigo y me quisieran tener siempre como su amigo, hice todo lo que me dijeron, traté de no fallarles y mira lo que recibí a cambio..."

Sus ojitos se llenaron de lágrimas y volvió a cubrirse el rostro con sus manitos. Mi corazón se llenaba de dolor. Yo me encontraba allí, pero no podía hacer nada.

De repente, el niño se levantó, se limpió las lágrimas, me tomó de la mano y me dijo: "vamos".

Me llevó por una calle que se abría en dos senderos diferentes. Me dijo: "elige uno". Yo no sabía cuál elegir, me sentía muy abrumada y casi desanimada.

Luego me miró y me dijo:

- Es difícil, ¿verdad?
- Sí, le contesté.

Entonces, me dijo: hoy podemos tomar el camino de la derecha, en ese camino podríamos encontrar piedras, curvas, oscuridad, pena, injusticia, soledad, amargura y muchas cosas más que te harían sentir miedo y desolación. Pero no lo sabremos si no vamos por él. Lo que haya, ya está. Los pasos que demos en él, serán. Pero lo importante es saber regresar y volver a empezar con el otro camino..."

En ese momento, abrí mis ojos. Seguía en la calle de mi infancia. Miré a mi alrededor y suspiré profundamente. Miré mi vida y me di cuenta que recorrí muchos caminos, algunos muy difíciles, otros fueron todo un reto, otros pasaron desapercibidos y otros me llenaron de gozo. Muchas veces me perdí y no encontré la salida ni el punto de retorno, y cuando ya casi me faltaban las fuerzas, corregí el camino y logré salir con éxito.

Muy en el fondo, todos tenemos ese niño, el que está allí sentado en un rincón de nuestros corazones, todo descuidado y desvalido. Pero sólo un acto de fe, lo levanta; y de ser desvalido e indefenso, pasa a ser nuestro guía y nuestra fuerza.

¿Ya encontraste y escuchaste a tu niño hoy?

Monday, February 15, 2010

Empezando un nuevo amanecer



Así como el día tiene tres etapas la mañana, la tarde y la noche, nuestras vidas tienen tres etapas: el pasado, el presente y el futuro.

Nuestro pasado representa las primeras horas del día. De nuestro pasado, nos queda el recuerdo, la satisfacción de haber hecho lo correcto, la amargura del sufrimiento, la pena de haber vivido lo injusto, la alegría de haber conocido el amor, el sentimiento de compasión por alguien que ha tenido problemas, el gusto de haber visto una buena película y mucho más. Nuestro pasado es el comienzo de un hoy, de nuestro hoy.

El presente es el resúmen de nuestro ayer, pues en él aplicamos lo que hemos aprendido en el pasado, si en el pasado aprendimos que el fuego quema, en nuestro presente no jugamos con fuego; si en nuestro pasado aprendimos que un mal amor sólo nos dio sufrimiento, en nuestro presente intentamos tener un buen amor; si en nuestro pasado fuimos heridos, en nuestro presente somos fuertes y tratamos de no ser heridos más.


¿Y nuestro futuro?

Nuestro futuro es el nuevo amanecer, es la etapa en que podemos ser mejores, en la que viven nuestros sueños que sabemos se harán realidad.

Muchas personas piensan que no se puede cambiar, que la vida debe continuar tal cual es, que si se ha fracasado en el pasado, en el futuro vendrán nuevos fracasos, pero permítanme decirles que no es cierto.

Yo que he vivido en la desesperanza, en el abuso, en la tristeza de ver mi hogar roto durante mi infancia y en mis años de juventud, en la agonía de no saber tomar una buena decisión por falta de seguridad, puedo decirles que todos tenemos una segunda oportunidad en la vida, que después de la oscuridad llega la luz y que podemos dejar atrás las cosas que nos hacen pensar que hemos fracasado.

La verdad, fue muy difícil para mí, entender las cosas que me sucedían. Cuando me di cuenta que podía cambiarlas para mi propio bien, empecé a ver las cosas de una manera diferente. ¿A veces no sientes que quisieras desaparecer del mundo? ¿que quisieras ir a un lugar en donde nadie te conozca y empezar de cero? Ese mismo sentimiento me invadía por dentro.

El cambio no es fácil ni se realiza de la noche a la mañana, como toda herida, toma su tiempo y es un proceso. Lo primero que hice fue buscar ayuda profesional porque habían muchas cosas que no estaban claras dentro de mí.

Poco a poco mi vida fue tomando una forma diferente. Comencé mi propio hogar, con mucho miedo a fracasar, pero a medida que pasaba el tiempo y meditaba sobre los errores pasados, me di cuenta que no había nada a qué temer, que todo estaba en mí. Tomar decisiones era algo muy penoso para mí pues tenía miedo de fracasar y volver a sufrir. Así que empecé tomando decisiones bajo tres preguntas ¿Es lo correcto?, ¿es lo adecuado? ¿me sentiré bien al final?, al darme la respuesta, proseguía con mi cometido.

Entonces, si ayer es la experiencia, el hoy es el resúmen de mi pasado y el futuro la visión del cambio, ¿cómo estoy visualizando mi vida?, ¿he aprendido del pasado?, ¿he recapitulado mi presente? ¿tengo metas para el futuro?

Estas son preguntas que solo tú puedes contestar. Siéntate un momento y medita sobre ello. Al final verás la luz y entenderás lo que es empezar un nuevo amanecer.